Fuera de foco
Santi, ¿puedes abrir la puerta? ¡Santiago! ¿Santiago? Nada. Ya abro yo. ¡Voy!
¿Hola? ¿No hay nadie?
No.
Nadie.
Me pierdo un poco.
Confieso que sí. Que me pierdo. Eso de que el tiempo esté ahí de pie, mirándome, como esperándome, insinuándome no sé qué, no lo llevo muy bien. Es que no me aclaro, y al final del día todo se ve igual. Como si no hubiese pasado el día. O como si hoy pudiese ser ese mismo miércoles de hace un año.
Ese día. ¿Qué pasó ese día? Algo pasó. Algo pasó.
Y es que, a todas éstas, ¿quién nos hace esta maldad de ir vaciando el calendario? Bajo mi consentimiento no es. No recuerdo haber pedido ese servicio. No me llegaste a decir si tengo que pagarlo. Qué puesto de trabajo ése de ir pasándole páginas a quien no las quiere pasar… Pero claro, si no lo hacen por mí, no lo haría por mí misma. ¿No crees?
Miércoles 12 de enero. Es verdad. Ya me ha dicho Lucía varias veces que te has ido. Claro. Pero no sé yo. La Lucía hay veces que me inventa cosas. Y lo peor es que luego dice que soy yo quien las ha inventado. Y le digo: “¿Sí? Espero que no me vayas a decir ahora que a tu padre también me lo he inventado, ¿no? Que ya me dirás tú cómo te hice yo sola”.
No me he inventado tu vida, mucho menos tengo ganas de inventarme tu muerte, Santi. Mi Santi.
Sí… ya. Ya. Ahora sí que lo recuerdo. La verdad es que podías haber sido un poco más fuerte, un poco más duradero, que ya a los sesenta te me has ido. Y ahora me insinúa la vecina del 4to. que la que se ha quedado un poco ida soy yo. Siempre que me ve en el ascensor me pregunta cómo voy tirando. Pues no lo sé. A veces ni sé si estoy o no estoy.
Un día me vio colgando ropa en el balcón, y me dijo asombrada al ver que no había ropa: “Encarna, ¿pero qué haces?” … Colgando mis horas para que me esperen aquí mientras trato de ver qué hacer con ellas.
Ay, mi Santi, no sé qué es peor, si tu muerte o mi soledad. Quizá son lo mismo. Quizá son lo mismo.
Menos mal que me dejaste este pisito con balcón. Y además están las plantas, nuestras plantas, que parecen ser lo único pidiendo vida en esta casa. Lo único.
Se suponía que me moría yo antes. Pero no, con casi veinte años más que tú, aquí sigo y te me vas… un día sí, otro no. Hoy estás y podría jurarlo. Claro que estás. Si hasta puedo oler a leguas la colonia barata de viejo que te encantaba. Me decías que te la ponías para parecer de mi edad. Tonto. Y también llevo todo el día escuchándote arrastrar las zapatillas de cuadritos que te regalé en Navidad. Recuerdo haberte dicho: “Mira, son como tú, que me haces la vida a cuadros”. Ahí están aún, mal lavadas, mal guardadas, tan usadas, demasiado usadas. Todo es demasiado. ¿Y qué cosa puede no ser demasiado después de treinta años juntos? Me repetiste una vez más hace poco que yo era tu media naranja porque era la mitad de tu vida. Igual te estabas más rato y no te morías justo a los sesenta, ¿no? ¿Y ahora mi mitad quién me la completa? ¿Cuánto sumo yo sola? ¿O es que me he quedado viva para ver cómo todo va restando?
Y de la noche a la mañana, resta también mi alrededor.
No reconozco nuestro piso así de vacío. No comprendo por qué lo está. O más bien por qué parece ya no estar. Siete maletas, creo que todas mías. Cuatro cajas grandes, otras tres rotas. Sacos y sacos. Pesan más que la arena, pero menos que el dolor. Uno de ellos hay que agrietarlo y dejarlo llorar un poco, para que quepa por la puerta cuando se lo lleven. Me mojaré con tanta lágrima. Aún no consigo ropa impermeable. Aún no. Seguiré buscando mientras sigo llorando.
Y aquí estoy, sin muebles donde sentar el pánico. Tendrá que quedarse de pie. Quizá así se canse más rápido y me deje dormir. Dormir.
¿Dónde estás, Santi? Te llevaste nuestros recuerdos en un bolsillo y quedé yo por fuera. Y después de tanta pérdida, me urge ponerle un adjetivo posesivo a este lugar. Pero hoy me han dicho que ya no es mío. Así, sin más. Me quedo sin barco. Y yo que pensaba pintarlo tras el naufragio. Parece un columpio que, aunque oxidado, todavía parece llevarse bien con el viento y sus antojos. Parece un armario a medio abrir, una manilla manchada de tanta mano. Manos que acariciaron y dedicaron, pero manos que también despidieron. Habrá que barnizar un poco tanto desgaste. Y ahora todo se ve distinto. El cielo, aunque el mismo, se ve distinto, fuera de foco. Se me ha traspapelado todo un poco. Hora de vaciar el sacapuntas. Tanto darle vueltas al lápiz… Una y otra vez.
Quiero morirme como tú… en casa, tranquila. Quiero cerrar los ojos. Quiero respirar y dejar de hacerlo. ¿A dónde me llevan, Santi? No me quiero ir. ¿No vienes conmigo? Es verdad que ya no estás. Eso me han dicho y me siguen diciendo. Eso me han dicho y me siguen diciendo.
¿Te espero? ¿O me esperas tú a mí?
Ya está todo embalado. Sólo falto yo.
¿Santi? ¿Eres tú?
Cookie | Duración | Descripción |
---|---|---|
cookielawinfo-checkbox-analytics | 11 months | This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookie is used to store the user consent for the cookies in the category "Analytics". |
cookielawinfo-checkbox-functional | 11 months | The cookie is set by GDPR cookie consent to record the user consent for the cookies in the category "Functional". |
cookielawinfo-checkbox-necessary | 11 months | This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookies is used to store the user consent for the cookies in the category "Necessary". |
cookielawinfo-checkbox-others | 11 months | This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookie is used to store the user consent for the cookies in the category "Other. |
cookielawinfo-checkbox-performance | 11 months | This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookie is used to store the user consent for the cookies in the category "Performance". |
viewed_cookie_policy | 11 months | The cookie is set by the GDPR Cookie Consent plugin and is used to store whether or not user has consented to the use of cookies. It does not store any personal data. |